Maspalomas y la soledad gay: cuando el cine nos recuerda por qué existe Orlander

Una película que duele porque es real

Hay películas que tocan el elma. Maspalomas es una de ellas.
Su historia gira en torno a Vicente, un hombre gay mayor, luminoso y libre, que debe ingresar en una residencia. Y allí, poco a poco, vuelve al armario.

Deja de ser.
Deja de mirarse.
Deja de existir como él mismo.

Él no quiere dejar de existir, pero el entorno lo empuja.


Porque sigue siendo más fácil esconderse que pedir ser mirado sin juicio.

Maspalomas representa un espejo. Nos obliga a mirar lo que muchas veces evitamos: el paso del tiempo, la soledad y la fragilidad de un deseo que el mundo ya no quiere ver.

La invisibilidad que duele: envejecer siendo gay

Ver Maspalomas es enfrentarse a una verdad incómoda.


En nuestra cultura, el cuerpo joven se glorifica y el envejecimiento se esconde.


Y en el caso de los hombres gays, esa invisibilidad se multiplica: el deseo, la belleza, la conexión… parecen reservados para unos pocos, para un tiempo limitado.

La película retrata con crudeza lo que sucede cuando los espacios seguros desaparecen. Cuando un hombre que ha vivido libremente se ve obligado a callar su historia para no ser señalado.

Y esto, muy a nuestro pesar, es el reflejo de una realidad que todavía viven muchos.


Personas que, al llegar a la vejez, temen volver al silencio. Que necesitan residencias y entornos donde puedan seguir siendo ellos mismos sin miedo.

Por qué Maspalomas también habla de Orlander

Cuando enviamos el email a la comunidad de Orlander sobre Maspalomas lo escribimos desde del corazón, para hablar de todo lo que la película nos hizo sentir.

Porque lo que Maspalomas muestra —ese miedo a desaparecer, a envejecer sin amor, a no tener un lugar— es exactamente lo que Orlander intenta transformar.

Cada retiro, cada Open Day, cada abrazo, es una forma de decirle al mundo:



“Merecemos envejecer acompañados, libres y visibles.”

En Orlander trabajamos para construir lo que el mundo a veces nos niega: una comunidad o una familia elegida. Un lugar donde los hombres del colectivo LGTBIQ+ puedan hablar, llorar, reír y sentirse parte de algo más grande.

El mensaje de la comunidad: cartas que tocan el alma

Tras aquel email, llegaron decenas de respuestas de participantes y seguidores.


Algunos decían que la película les había removido recuerdos; otros, que les daba miedo mirarse en ese espejo.
Y muchos coincidían en la necesidad de seguir creando espacios donde el cariño y la pertenencia no tengan edad.

Hubo mensajes que hablaban de residencias inclusivas, del abandono que sufren los mayores, del miedo a envejecer sin amor. Y también palabras llenas de esperanza: hombres que encontraron en Orlander su familia elegida, su refugio, su nueva casa emocional.

Todo eso demuestra que Maspalomas más allá de una película, ha presentado un punto de encuentro emocional para muchos.

El poder de seguir deseando

En el fondo, Maspalomas habla de algo más profundo: del derecho a seguir sintiendo deseo, ternura y amor cuando el cuerpo cambia.


Como decía uno de los mensajes que recibimos:

“Hay algo profundamente político en seguir deseando y sintiendo.”

Y es cierto. En una sociedad que nos dice que el valor está en la juventud y la apariencia, seguir deseando es un acto de resistencia.


Seguir queriendo, tocando, abrazando, es una forma de decir: existo, sigo aquí.

Eso mismo ocurre en Orlander. Cada encuentro es una pequeña revolución afectiva. Un recordatorio de que el amor no caduca, que la piel no tiene edad y que la vulnerabilidad también es fuerza.

Un futuro donde nadie tenga que esconderse

Maspalomas nos recordó por qué es tan necesario seguir construyendo espacios como Orlander.


Porque aún hay muchos “Vicentes” que temen volver a esconderse.


Porque la soledad no se cura con likes, sino con presencia, con comunidad, con verdad.

Nuestro sueño es que cada hombre del colectivo —tenga 25 o 70 años— sepa que tiene un lugar donde no tiene que disimular nada. Que tiene un sitio donde se pueda mirar al espejo y reconocerse. Donde la vida siga siendo vida, incluso cuando el cuerpo cambie.

Conclusión: el cine que nos despierta

Maspalomas es una historia triste, de esas que te hacen reflexionar. Y también es un recordatorio.


Nos recuerda que el tiempo pasa, pero también que hay cosas que pueden cambiar: la forma en que nos miramos, la manera en que nos acompañamos y el modo en que decidimos envejecer.

Y ahí está la esencia de Orlander: construir comunidad, cuidar los vínculos y mantener viva la llama del deseo, la ternura y la autenticidad.

Porque envejecer no debería ser sinónimo de desaparecer. Debería ser la oportunidad de seguir aprendiendo, sintiendo y amando —juntos—.

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